Nuestra historia
En la historia del diseño industrial, como en tantos otros ámbitos, la figura de la mujer ha sido invisible durante mucho tiempo. Invisible, pero no ausente. Presente, pero en una proporción enormemente menor a la del género masculino. Hablamos de una cuestión tanto de presencia como de visibilidad.
Las causas han sido muchas, desde la dificultad de la mujer de acceder al mundo laboral en todos los ámbitos en la época de los inicios del diseño industrial (siglo XIX), hasta el anonimato de aquellas que sí consiguieron desarrollar una actividad profesional como diseñadoras. Además, su campo de trabajo estaba muy definido por el lugar social y cultural de las mujeres, y su actividad dentro del diseño se centraba en ámbitos femeninos: la joyería, el entorno doméstico, el textil… Otro condicionante decisivo fue el acceso a la educación, muy limitado para ellas en cuanto a formación técnica, que les permitiera llevar a cabo proyectos de mayor complejidad.
Algunos ejemplos nos revelan que ellas siempre han estado ahí, aunque no de la forma que merecían. En los primeros años del diseño industrial, cuando se estaban desarrollando en Gran Bretaña las organizaciones gremiales ligadas al Movimiento de Artes y Oficios, llevó a cabo su trabajo May Morris, diseñadora industrial dedicada al campo del textil, y que se ocupaba de llevar a cabo el proceso creativo y de fabricación completo de sus diseños. Ella fue una excepción a un sistema patriarcal en el que las mujeres participaban, pero realizando tareas concretas proyectadas y dirigidas por hombres.
Más tarde, durante el desarrollo del Modernismo en Escocia, encontramos a “Los cuatro de Glasgow”, un grupo formado por dos hombres y dos mujeres: Mackintosh, McNair y las hermanas Margaret y Frances McDonald. Ellas fueron mujeres formadas, con posibilidades de realizar su trabajo como creadoras. En Francia, Eileen Grey fue la primera mujer cuyos diseños entraron a formar parte de la historia del diseño de producto. Desarrolló su trabajo en el campo del mobiliario con gran modernidad, originalidad y función práctica.
Otras diseñadoras geniales como Aino Aalto, Marianne Brandt o Ray Eames rompieron con las difíciles barreras que las mujeres tenían en este mundo.
Aino fue la mujer de Aalvar Aalto, y desarrolló su trabajo de la mano de él, colaborando en muchos de sus proyectos, además de sus tener los suyos propios. Es una figura indispensable en el diseño nórdico. Marianne Brandt, por su parte, trabajó en la Escuela de la Bauhaus (donde, curiosamente otra mujer, Helene Nonné-Schmidt, mantenía que las mujeres estaban más capacitadas para diseñar objetos bidimensionales, como por ejemplo en el campo del textil, que para crear objetos tridimensionales). Marianne luchó por entrar en el taller de metal, y a partir de ahí hacerse un hueco en la Escuela, hasta lograr la libertad y los medios mínimos para desarrollar sus productos, prácticos, funcionales y basados en formas simples. Ray Eames era la esposa de Charles Eames. Ambos trabajaron juntos en Estados Unidos alrededor de los años 50, diseñando productos que se han convertido en referencias del diseño industrial, sobre todo en el campo del mobiliario, siendo revolucionarios en cuanto a materiales, fabricación y estética. Curiosidad: Charles tiene su propia página en Wikipedia, pero Ray no.
Siempre ha habido alguna inconformista luchando por ella misma y por todas, para conseguir llevar a cabo su trabajo de forma digna y reconocida. Actualmente las cosas han cambiado mucho, pero aún queda por hacer, hasta que las estructuras tradicionalmente patriarcales del mundo del diseño industrial se transformen en una disciplina sin desigualdad de género, en el que todos tengamos las mismas oportunidades y se valoren, únicamente, el talento y el esfuerzo.
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