No es solo neón
A un año de que el mundo de Blade Runner no se corresponda con el nuestro (¿o sí?), estos films de ciencia ficción siguen fascinando.
Blade Runner (Ridley Scott, 1982) se proyecta en algunas escuelas para suscitar debates sobre el significado de lo humano, la identidad o los límites éticos de la robótica. Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) recogió el testigo en medio de admiración, especialmente por parte de los fans del poderío visual del creador canadiense. Precisamente, la visión de los directores se apoyó en el mundo figurado, que despunta como ancla de la mirada del espectador. Desde la dirección de producción se puede explicar lo especial de estas historias inspiradas en una novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Vivía solo en ese edificio escondido y deteriorado, de un millar de apartamentos vacíos, que como los demás que estaban en situación parecida sufría a diario la entropía que terminaría por convertirle en una ruina. Llegaría un momento en que todo lo que integraba el edificio se mezclaría, resultaría idéntico, perdería su propia individualidad, no sería más que una especie de montaña de morralla apilada hasta el techo de cada apartamento
Esta entropía del San Francisco de Dick no entraba en los planes de Scott. El caos, que para el escritor es la herramienta del mal para imponerse, tomaba en la novela una forma de guerra nuclear. Sus consecuencias habían expulsado a la mayoría de sanfranciscanos de la ciudad. Como se aprecia en la película, la urbe (ahora Los Ángeles) que proyecta el realizador británico, colaborando con la leyenda Syd Mead, es opuesta.
La gran verticalidad de los edificios (“la ciudad crecería hacia arriba”) confiere solemnidad a las calles. Como si la humanidad se adaptase, resignada pero luchadora, a un sistema inevitable. Y en vez de marchar a Marte, los individuos causan sobrepoblación; se aprecia una masa humana de infinitas culturas, aunque predominan las asiáticas. Desde los carteles a los sombreros, las escenas urbanas retratan las influencias que Occidente asimilaba durante la globalización ochentera. Considerando que Ridley Scott “sólo” quería hacer una película de acción, se entiende la simplificación temática de elegir un mundo más verosímil y atractivo pero sin la significación distópica del universo dickiano.
De hecho, la ciudad final es muy distinta de los dibujos de Mead y Scott. Colaboraron “mezclando elementos de hace 40 años con otros de dentro de 40”, muy influenciados por los cómics de Moebius, pero se chocaron con el límite presupuestario. La escenografía tuvo que añadirse a un set previo, en los estudios de Warner Brothers, de arquitectura tradicional. Al fusionar elementos, el equipo de producción mostró las instalaciones tecnológicas al aire. Puro estilo Pompidou. En paralelo, los objetos y vehículos en BR “enseñan” su funcionamiento, sin carcasas hiperestilizadas, e incluso presentan elementos que remiten a la tradición fabril humana. Esta estética de génesis fortuita es decadente para muchos, pero algunos arquitectos percibieron que así sería la belleza futura: tecnología como parte de la decoración. El género literario del ciberpunk recibió una gran influencia de este film.
Para parte de la crítica el verdadero tema de Blade Runner es la identidad; en el apartamento de Rick Deckard, el protagonista cazarrecompensas, se puede observar una breve exploración de aquella cuestión. El piso no se sitúa en las plantas más altas, y está construido con los bloques de hormigón de la Casa Ennis. Si ello no caracteriza de por sí al personaje, basta con fijarse en todos los objetos acumulados, de varias épocas. Por ejemplo, ese vaso de apariencia fantástica y artesanal. Al margen del sistema social, Deckard se aferra a recuerdos y objetos que no siguen ninguna lógica propia del capitalismo tecnológico. Ese espacio íntimo remite a los significados del yo construido, de la misma forma que la ecléctica apariencia de los urbanitas refleja una necesidad de marcar la individualidad.
Blade Runner 2049 referencia y continúa la estética de su predecesora, aunque Villeneuve se acerca más a la entropía de Dick si se consideran los espacios. La aridez del San Francisco de Sueñan los androides… se encuentra aquí; en este caso la geografía humana (San Diego, LA, Las Vegas y espacios entremedias) nos cuenta como el cambio climático ha generado cambios sociales. Ese duro mundo inspiró, según Dennis Gassner, la forma faceteada del nuevo Spinner que conduce el protagonista, K (o Joe). Alejados del caos, grandes corporaciones siguen instaladas en edificios verticales, que denotan un deseo de inmortalidad. Y los interiores de estos edificios presentan escenificaciones de la naturaleza perdida.
Los estética de los objetos deriva de la primera entrega, siendo reminiscentes de los objetos tecnológicos en los 80: un botón (!) por función, indicadores luminosos y ruedas selectoras. Son objetos voluminosos y “honestos” con su funcionamiento, como el creador de recuerdos. Aunque los objetos hechos a mano también aparecen caracterizando a Joe o a su némesis Luv.
En particular, un objeto contiene otra de las críticas inéditas en la Blade Runner de Scott. Es el Emanator, dispositivo que crea una realidad virtual en la que Joe comparte su vida con una mujer llamada Joi. Esto aumenta la confusión entre realidad “real” y virtual, tema del gusto de Dick, y también refleja nuestra fetichización de los objetos donde vivimos otra vida. El peso del artefacto en la vida del personaje lo convierte en un auténtico motivo narrativo, y el diseño se adecúa perfectamente a la importancia de dicho objeto. Un esencial prisma negro con un único botón circular, totémico como vital es la tecnología que funciona dentro de él. Los recursos de forma y color son idénticos a los de productos “de alta tecnología” que nos resultan imprescindibles en la actualidad.
Esta riqueza comunicativa no existiría sin las decisiones muy meditadas de unos grupos de proyectistas y artesanos como pocos en Hollywood. Creadores que se han adaptado a una narrativa con trabajo, cierta rebeldía e ingenuidad. No tan conocidos como los actores, sus obras se han relacionado con estos en unas escenas que suscitan nuevas preguntas cada vez. Parece que 2049 tendrá continuación; si los objetos y espacios construidos para el futuro film mantienen la calidad de sus predecesores, se puede esperar una puesta en escena polisémica e intrigante.
[Las imágenes de los films son propiedad de Warner Brothers.]
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