¡Qué vienen las xenoformas!
En la próxima década, van a proliferar construcciones que desafiarán nuestros conceptos sobre lo bello
Este 2020 no ha hecho sino aumentar debates sobre los hábitats donde viviremos en el futuro. Por ejemplo, la pandemia ha roto el consenso sobre las viviendas de concepto abierto (un único espacio polivalente). Temas sociales como la sobrepoblación o el reparto de recursos alimentarios son hasta manidos, pero sus consecuencias para la arquitectura y el urbanismo inquietan porque parecen cercanas. Por otra parte, la necesidad de explotar recursos naturales de forma eficiente y de hacer más con menos motivan el verdadero ingenio de las firmas de arquitectura.
Con todo, es muy díficil ver muestras de un futurismo no kitsch, uno que responda de forma vanguardista a las condiciones de la sociedad futura, ya sea bajo perspectivas optimistas o pesimistas. Esto se podría explicar analizando el campo de la construcción, cuya mayoría de empresas son PYMES, con la dificultad asociada para construir aprovechando nuevas tecnologías y materiales. Pero aquí os enseñamos trazos de una nueva estética posible, desde las universidades y estudios más tecnificados, donde la biología, la química y la informática se combinan en diferentes dosis para apoyar a la arquitectura.
HygroScope/HygroSkin (2012/2013)
A veces, no se necesita desarrollar ningún material nuevo, sino volver a fijarnos en las propiedades que siempre han tenido los materiales tradicionales. Esto es lo que hicieron Steffen Reichert, Achim Menges y David Correa con la madera. Inspirados en las plantas, trabajaron con madera de arce europeo y su responsividad higroscópica. ¿Qué es esto? Es la capacidad de reaccionar ante cambios de humedad. Imagina al cazamoscas, con su ‘boca’ que se cierra tras la absorción de humedad que hacen sus células. Ese movimiento era el protagonista en las instalaciones que los ingenieros prepararon en los años 2012 y 2013: el prototipo HygroScope para el Pompidou se abría cuando la humedad relativa aumentaba, al contrario que el prototipo HygroSkin para el FRAC Centre Orleans. El diseñador más avezado puede intuir la utilidad de esta propiedad para proteger del sol o la lluvia. Es uno de muchos usos prometedores de materiales conocidos, surgidos de la biomimética.
Están formas son tan ajenas a la tradición constructiva que nos parecen alienígenas. Así las definía el filósofo iraní Reza Negarestani, que las clasificaba dentro de la Xenocultura. Claramente, el término se inspira en los Xenomorfos de H.R. Giger, formas como la de Alien (1979). Esperemos que las superficies de nuestro entorno futuro tengan biomecánica, pero no sean tan figurativas y anatómicas, su escala sea más humana y sus movimientos no sean insalubres o peligrosos.
Hydroceramic (2014)
Un lugar donde también se piensan nuevas formas de construir es el IAAC (Institute for Advanced Architecture of Catalonia). Durante el año 2014 su Digital Matter Studio presentó varios proyectos relacionados con la capacidad de diversos materiales de absorber humedad y soltarla, favoreciendo una climatización más ecológica. El proyecto Hydroceramic consistió en crear una cubierta compuesta de varios materiales: una tela como matriz, una cubierta cerámica (barro cocido) como superficie externa y unas esferas de hidrogel. Este componente es la clave, ya que el hidrogel absorbe hasta 800 veces su peso en agua. Mediante experimentación, considerando el calor latente de vaporización del agua y al hidrogel como material inteligente, se llegó a la conclusión de que un multi-material como éste podía rebajar 5º C la temperatura interior de un espacio cerrado.
Urban Imprint (2019)
Los proyectos anteriores parten de la relación entre los materiales y el entorno. Pero después hay una última frontera: la arquitectura que adapta su forma a las señales humanas. ¿Una vivienda que reaccione a datos sobre estrés o bienestar climático, cambiando sus volúmenes y texturas? (A ser posible datos recogidos y gestionados internamente por el material. No más datos en red.) La diseñadora Nassia Inglessis está convencida de la validez de un nuevo urbanismo, ‘materialidad aumentada’, donde el individuo es un agente que cambia el entorno al relacionarse con él. Esta filosofía se hace patente en Urban Imprint, la instalación que su estudio INI creó para A/D/O by MINI en Brooklyn.
Cuando se camina por la plataforma, el techo se levanta y se crean domos. El espacio no funciona empleando electrónica, sino un sistema de poleas que conectan el suelo y el techo, con 400 cuerdas ocultas tras una pantalla. Las cuerdas tienen diferentes grosores y exageran el movimiento del techo generado por los cambios de peso en el suelo.
Las superficies son de goma, cortado con chorro de agua, y cubierta con una mezcla roja de hormigón. La superficie inferior se posa en ballestas de acero, cortado por láser siguiendo un patrón que permite tres tipos de deformación. Así quien camina siente un terreno elástico y tiene una relación más sutil con la cubierta superior.
Inglessis quiso crear una instalación donde los habitantes dibujan su propio entorno al relacionarse con ella; no es el espacio digital el que modula al usuario sino que es éste el que modifica el espacio material. Sobre esta arquitectura interactiva dio algunas explicaciones en este vídeo para Dezeen:
Estos proyectos también destaca el tema de la imprevisibilidad, el de encontrarnos formas que se adapten al entorno y al humano, con lo que nunca hay una composición perfecta, de una plasticidad controlada. Difícil para quien busca el dominio, el orden interno y externo, una belleza pasiva respecto de la naturaleza y un espacio estático.
En todo caso, algunos dirán que si así van a ser las cubiertas o muros de un edificio, que vaya fealdad. En cualquier caso, ese feísmo nunca será una provocación, reacción a estéticas anteriores, una oposición sin concreciones alternativas, un adanismo que se fagocita fácilmente por el capitalismo de museos contemporáneos y fundaciones corporativas. Estaríamos hablando de una respuesta a las necesidades de la sociedad moderna, a la aplicación de procesos y soluciones más ecológicas, y en definitiva nos lleva a un debate complejo: ¿A qué se refiere realmente ‘menos es más’? ¿Es realmente bella esa forma surgida estrictamente de la función? ¿O esa funcionalidad es de mayor amplitud, incluyendo la cognición humana y su relación con la pertenencia a una cultura determinada?
Fuentes:
Reichert S. et al. Meteorosensitive architecture: Biomimetic building skins based on materially embedded and hygroscopically enabled responsiveness. Computer-Aided Design (2014), http://dx.doi.org/10.1016/j.cad.2014.02.010
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