Grandes olvidados de la ciencia
Inventores españoles que quedaron en la “cuneta” a causa de la Guerra Civil.
Si hablamos de Facebook o de Apple, todo el mundo sabe quiénes estuvieron detrás de estas ideas. Hoy en día, es difícil no saber quién inventó tal aparato o diseñó determinada estructura. Y siempre pensamos que lo mejor “viene de fuera”. Nada más lejos de la realidad. Nuestro país es tierra de grandes inventores, unos saltaron a la fama y otros, simplemente cayeron en el olvido. Algunas veces, porque los científicos extranjeros supieron venderse mejor y otras, porque una Guerra Civil truncó sus ideas.
Alejandro Polanco, consultor tecnológico y autor del blog “Tecnología Obsoleta” recoge en su libro “Made in Spain, cuando inventábamos nosotros” la historia de muchos científicos e inventores que quemaron su vida por la tecnología. A algunos de ellos, la Guerra Civil les supuso el principio del fin. Estas son sus historias:
Para muchos, el inventor del helicóptero es el ucraniano, Igor Sikorsky. Y es cierto que fue el primero que lo hizo volar y el primero que lo fabricó en cadena, pero no fue su verdadero creador.
Federico Cantero, un ingeniero de caminos especializado en presas, creó un prototipo de helicóptero conocido como “la Libélula española”. Jamás pudo alzar el vuelo, pero los primeros esbozos de su máquina datan de los años 20, una década antes de que Sikorsky diseñara su prototipo.
La Nasa le debe mucho al granadino Emilio Herrera Linares, un prodigio de las matemáticas quien ideó el primer traje de astronauta. En realidad, era una escafandra para sobrevivir a vuelos de altitud muy elevada, pero, cuando estalló el conflicto, tuvo que dejar la carrera espacial para huir de los nacionales. Cabe destacar que Emilio Herrera Linares llegó a ser presidente de la República en el exilio.
Otros nombres ilustran a la perfección lo que la rebelión militar de 1936 supuso también para la innovación española. Virgilio Leret, ingeniero militar y aviador, tal vez sería considerado hoy el inventor del motor a reacción si no fuera porque nunca pudo desarrollar su trabajo, que permaneció casi ignorado hasta finales del siglo pasado. El motivo: fue fusilado en Melilla por las tropas franquistas el primer día de la sublevación, 18 de julio de 1936. Sin embargo, sus planos fueron entregados por un familiar al ejército inglés.
Otro caso representativo es el de Juan De la Cierva, inventor del autogiro que se alió con Emilio Herrera antes de la guerra. El estallido del conflicto no sólo obligó a cancelar el vuelo del globo en el que iba a probarse la escafandra de Herrera, sino que separó a ambos ingenieros en bandos opuestos: De la Cierva, civil, apoyó a los sublevados, aunque falleció en un accidente aéreo en 1936.
La Guerra Civil también trajo consecuencias para nuestras científicas españolas. Muchas tuvieron que huir al exilio durante el régimen de Franco. Piedad de la Cierva, por ejemplo, pudo ser Marie Curie. Fue pionera entre las científicas en España, pero su nombre es casi desconocido. Hace cerca de 90 años, se formó para que el país se pusiera a la vanguardia en la ciencia de los átomos y los elementos radiactivos, pero la Guerra Civil truncó sus planes. Durante la contienda, trabajó como profesora y también como enfermera en el bando franquista. Una vez terminada la guerra, Piedad siguió investigando para el gobierno, pero sufrió el sexismo de la época, hasta el punto de que cuando se presentó a una cátedra, prefirieron dejarla desierta.
Una exposición en Madrid el año pasado, desempolvó del olvido a nuestros científicos exiliados. La muestra denominada: “Ciencia de acogida” rescató a aquellos investigadores que tuvieron que abandonar nuestro país tras el inicio de la Guerra Civil en 1936. Estos pertenecieron a un período conocido como Edad de Plata de la ciencia española, cuyo hito inicial fue el Premio Nobel de Medicina otorgado a Santiago Ramón y Cajal en 1906. Pero esta… es otra historia.
Fotografía de portada: Ilustraciones de Eulogia Merle.
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